El mundo que nos queda después del COVID-19 empieza a ser por fin una realidad, y es hora de hacer balance de qué ha cambiado y cómo será el mundo en el que vivimos. Es importante saber cómo se han adaptado tus ojos a la pandemia, especialmente con sus consecuencias indirectas. Nosotros hemos querido ponernos también al día, recapitulando qué consecuencias ha tenido este tiempo tan extraño que nos ha tocado vivir para nuestros ojos y qué podemos hacer para que no nos afecte tanto en el futuro.
¿Afecta el COVID-19 a los ojos?
La mayor parte de las secuelas de la pandemia sobre nuestra vista provienen de las consecuencias indirectas de esta.
El confinamiento ha traído el teletrabajo, que en muchos casos ha tenido consecuencias positivas, pero también han alargado los horarios y aumentado el número de horas de exposición a las pantallas. Nuestro ocio y nuestras costumbres han cambiado, y esto redunda en nuestra vista. Es por eso que debemos vigilar cuánto se han adaptado nuestros ojos a la pandemia.
Sin embargo, con la apertura de las medidas de sanidad, es posible cambiar nuestros hábitos de vida, permitiéndonos mejorar nuestra salud en general y la de nuestros ojos en particular.
¿Qué debemos tener en cuenta?
Hay varios factores que han incidido mucho en la fatiga ocular de la sociedad actual. En ciudades como Madrid, donde es raro tener un jardín propio, el confinamiento y los toques de queda han supuesto que apenas hayamos podido salir al aire libre.
El teletrabajo (o el telestudio) han llegado para quedarse, con sus ventajas e inconvenientes. Las horas de exposición a las pantallas han aumentado, tanto en el ocio como en el trabajo. Los distintos tipos de confinamiento han hecho que estemos cada vez más horas delante de la televisión o el móvil. El ocio que hacemos ahora es en muchos casos más hogareño, lo cual no tiene por qué ser malo si se hace con las medidas adecuadas.
Además, aunque ahora no tengamos que perder tanto tiempo en llegar a nuestro puesto de trabajo como antes, este pequeño paseo suponía un cierto descanso para nuestros ojos, especialmente si era al aire libre.
Pese a que hace tiempo que podemos salir a la calle con cierta normalidad, los toques de queda han desalentado mucho dejar nuestro hogar, haciendo que nuestros ojos tengan cada vez menos liberación y fomentando la fatiga ocular.
Las mascarillas son una de las herramientas principales de prevención de la expansión de la pandemia, especialmente cuando se trata de pacientes asintomáticos.
Aun así, tienen una cierta tendencia a provocar que se nos resequen los ojos, al redirigir la respiración hacia atrás. Es importante asegurarse de que tenemos la mascarilla bien ajustada, evitando que nuestros ojos sufran una constante corriente de aire frente a la que no tienen ninguna defensa natural.
¿Qué es lo que podemos hacer?
La mayor parte de soluciones del día a día pasan por gestos muy sencillos que pueden marcar una gran diferencia.
Por ejemplo, esforzarse en parpadear. Cuando estamos mirando una pantalla es muy sencillo que nos quedemos con los ojos fijos en ella, olvidando hidratar nuestros ojos de la forma más natural. Hay estudios que incluso sugieren que en esos momentos no se llegan a unir nuestro párpado inferior con el superior.
Parpadeando conseguimos limpiar el ojo, aclarar el líquido estancado, eliminar pequeñas muestras de polvo que se queda fijo en su superficie y agudizamos la visión, manteniendo limpia la córnea.
Si notas que los ojos te escuecen después de tiempo prolongado de exposición a las pantallas, se debe precisamente a que necesitas parpadear más.
Otro problema bastante habitual es que las pantallas no están a una distancia ajustada. Normalmente deberían estar entre los 40 y los 75 centímetros, aproximadamente el equivalente a un brazo.
Esto es bastante complicado cuando hablamos de los portátiles con los que solemos trabajar, por no mencionar los teléfonos móviles.
Un truco muy sencillo que puede mejorar nuestra relación con este tipo de pantallas cuando no tenemos espacio suficiente es simplemente colocar la pantalla de espaldas a una ventana, evitando el reflejo del sol directamente en los ojos.
Otra forma muy sencilla es aumentar el tamaño de la letra que leemos. Aunque parezca que es una herramienta que solo se usa cuando ya se tiene enfermedades o restricciones visuales derivadas de la edad, este pequeño gesto puede ayudarnos mucho a limitar el cansancio de nuestra vista, sobre todo su lo combinamos con un ajuste del brillo de la pantalla adecuado.
¿Cómo podemos estar más seguros?
Para los que les guste enfrentar este tipo de problemas con tácticas más complejas, proponemos que encuentren un punto lejano en el que fijarse sin tener que moverse mucho de su puesto de trabajo para no romper la concentración: la norma 20-20-20.
Este tiene que estar al menos a 6 metros de distancia, siempre que sea posible; lo óptimo sería ver qué hay al otro lado de la ventana. El eje de la táctica es mirar ese punto fijo durante 20 segundos (por lo menos) cada 20 minutos, permitiendo así que nuestros ojos se relajen de la tensión de las pantallas sin suponer una gran pérdida de tiempo.
Por último, y lo más importante, hay que contar con unas lentes o lentillas que protejan tus ojos de este tipo de iluminación. En nuestro centro óptico especialista podrán contar con la seguridad de que tienes entre manos la última tecnología al respecto, con la que tus ojos tendrán la mejor protección posible mientras vigilamos cuánto se han adaptado tus ojos a la pandemia.